El gran Gino
En un mundo
que no es la tierra, llamado Imagilandia, sus habitantes creían fielmente en un
único dios todopoderoso y creador: Gino. Y este dios posee todo
tipo de poderes y atributos excepto uno muy importante: la existencia. Pero ese
detalle era ignorado por los habitantes de ese mundo, quienes felices lo daban
por real.
Así, los
imagilandeses que se tomaban muy en serio a su dios, se reunían periódicamente a
conversar y discutir acerca de Gino, de sus atributos, de sus cualidades, de
sus deseos, y de la relación de Gino con ellos y viceversa. Obviamente había
algunos imagilandeces más dotados en locuacidad y argumentación, por lo que con
el tiempo algunos ponían personalmente por escrito lo que pensaban acerca de
Gino; otros no lo ponían por escrito, pero sus opiniones eran tan atractivas
que amigos y cercanos que los escuchaban lo ponían por escrito por ellos.
Transcurridos
eones, se apilaban documentos acerca de Gino, pero con el serio problema de que
todos esos textos no eran coherentes entre sí, y más aún, muchos eran
directamente contradictorios. Pero con tanto material, las nuevas generaciones
de imagilandeces podían nutrir sus propias ideas y opiniones acerca de Gino con
todo ese material, y con el paso de tiempo ciertos grupos de ideas, unos cuatro
grupos de ideas, mejor pensadas y consistentes, eran las que en su mayoría eran
abrazadas, más leídas y comentadas por los seguidores de Gino, reimprimiéndose,
transmitiéndose y copiándose, mientras que los escritos menos populares,
inconsistentes o confusos en forma natural eran desechados, olvidados e incluso
destruidos.
Los cuatro
grupos de ideas en torno a Gino comenzaron entonces a tomar fuerza en la medida
que más y más gente las adoptaba. Y al adoptarla, muchos nuevos pensadores iban
escribiendo y extendiendo con sus propias ideas y opiniones las ideas centrales
de cada una de las cuatro ramas fuertes del ginismo, con lo que cada rama iba
teniendo su propia literatura, coherente y sistemática, en torno a las ideas específicas
de esa rama.
Con el
tiempo, cada rama iba alejándose más y más en sus opiniones respecto de Gino.
Una de ellas postulaba que Gino había creado todo por amor a las criaturas, en
especial las que habitaban Imagilandia, mientras que la otra indicaba que Gino lo
había hecho como un experimento para comprobar sus propios límites y demostrar
su poder. Otro planteaba que lo había hecho para poder tener seguidores con los
cuales interactuar, pues un universo sin nada es aburrido hasta para un dios
como Gino.
Como cada
vez los diferentes ginismos se separaban más, los estudiosos de cada rama del Ginismo estudiaban concienzudamente
sus propias ideas y las del resto de los ginismos, y se enzarzaban en ardientes
debates respecto de cuál de todas las variantes del ginismo era la correcta. Y
más y más material se añadía a las bibliotecas de cada rama para justificar su
verdad.
Un día
alguien, asombrado de tanta disparidad, tuvo un momento de revelación. Tanta diferencia
obviamente venía de que, aunque él y su rama del ginismo sin duda eran la correcta,
los otros grupos, sinceros en el fondo, estaban malinterpretando a Gino, y al
final ¡nadie le había preguntado a Gino que pensaba! Lo obvio era, entonces,
preguntarle al mismo Gino.
Este
creyente iluminado con su idea rápidamente se topó con un serio problema para llevar
a cabo su plan. Por alguna razón nadie jamás había visto a Gino. Tal vez estaba
muy lejos, o tal vez cerca pero muy ocupado para poder reunirse con los
imagilandeces. Pero al fin y al cabo de alguna manera los imagilandeces sabían
demasiado sobre Gino, así que de alguna parte debía venir la información. En especial
la correcta, la de su grupo. ¡Eureka! Gino de alguna manera debía transmitir
esas ideas a los imagilandeces, por lo que, de preguntarle, también podría
transmitirle a él la respuesta.
Finalmente,
una tarde el iluminado creyente comenzó a preguntarle de todas las formas
posibles a Gino: “¿qué es lo que piensas?”. A veces a gritos, a veces
susurrando, a veces en su mente… y luego esperaba la respuesta, que un día
llegó: no solo nuevas ideas acerca de Gino, sino que en su mente, Gino en
persona le transmitía sus ideas y pensamientos, que él comenzó a transcribir y
a compartir animadamente con sus otros amigos creyentes.
Pero no
todos sus amigos tomaron en serio lo que Gino transmitía a través de su “profeta”. Había otros que sí, lo que les dio al profeta más confianza que su grupo de
ginismo era el correcto porque, sin mucha sorpresa, Gino confirmaba y solo
ampliaba en detalles lo que ellos ya creían.
Los otros
grupos de ginistas al principio pensaron que el profeta estaba loco, pero cuando
la gente comenzaba a comentar las supuestas palabras directas de Gino, se dieron cuenta de que
contradecían lo que ellos pensaban de él, y comenzaron a ponerse nerviosos; algo
andaba mal. Pero ¿qué? Así que ¿qué mejor que preguntarle también a Gino? Y así todos los ginismos comenzaron a usar las técnicas del profeta original de Gino, haciéndole
preguntas a Gino. Más temprano que tarde, las respuestas comenzaron a llegar, y
¡uf!, Gino en realidad les comenzó a explicar que sin duda cada uno de ellos
estaban en lo correcto respecto de él, y que todas sus otras palabras
provenientes de profetas de otros grupos eran nada más que exceso de
imaginación, si es que no mentiras malintencionadas.
Las
acusaciones comenzaron a multiplicarse entre los cuatro grupos, con lo que los
ánimos comenzaron a caldearse, hasta que después de 150 años de polémicas, el
grupo más numeroso y poderoso de los cuatro decidió que esta guerra de
polémicas y herejías era intolerable, y había que resolverlo de una vez por
todas, por la fuerza si fuera necesario (cosa que Gino no dudo en apoyar en
boca de sus profetas). Los otros tres grupos obviamente se negaron en forma
tajante a renunciar a sus propias creencias, y a las verdades que Gino les
había literalmente dicho a ellos, por lo que la guerra de declaró.
La sangre
corrió por otros 150 años, hasta que finalmente el que era originalmente el
segundo de los grupos más poderosos venció la guerra, al comenzar a crecer y
tener la hegemonía entre los imagilandeses, y en especial porque finalmente los
líderes de Imagilandia decidieron apoyar a esa versión del ginismo, y declarar
ilegal, prohibido y bajo pena de muerte cualquier otra forma de ginismo que no
fuera la nueva versión oficial.
Así,
finalmente la paz llegó a toda Imagilandia, y durante los siguientes 5000 años
siguieron estudiando y promoviendo el “Ginismo Universal”, o Ginunivismo.
Sin embargo,
los violentos orígenes del Ginunivismo tuvieron el efecto que parte de los
materiales escritos durante la época de la gran guerra, que aún se estudiaban,
en la polémica con los otros antiguos ginismos explicaban raras palabras de los
labios de Gino. Y eso requirió centenares de expertos que estudiaban, e
intentaban dar un sentido único, claro y sin contradicciones de las palabras de
Gino. Y aunque su trabajo era grandioso aún habían discrepancias y debates
entre los “Ginólogos” (estudiosos de Gino); no suficientes como para iniciar
una nueva guerra, pero si para que el Ginunivismo tuviera matices, sabores y
estilos variados y para todos los gustos.
Lo cual,
nunca molestó a Gino, quién al fin y al cabo no existía, y por ello jamás
podría contradecir a ningún creyente o ningún Ginólogo en sus ideas, incluso afirmando lo que había dicho sin decir, pues las cosas que no existen no hablan.
Realio el curioso
En otro
mundo muy lejano de todos los otros, lejos de Imagilandia y de la Tierra, existe un
planeta llamado Realiolandia, en honor a su
dios creador, Realio.
Y
afortunadamente para ellos, Realio era… real, y su existencia había sido comprobada más allá
de toda duda.
En el
principio los realianos intuyeron que algún dios debería
existir, tal como los imaginalandeces. También comenzaron a pensar en él, a discutir acerca de él, y
diferentes bandos discutían diferentes posibilidades, e imaginación, respecto
de quién era ese dios. Y por supuesto, muchas veces las cosas se caldeaban. De
todos los escritos acerca del dios desconocido, muchas ideas eran contradictorias,
y más allá de los gustos personales, ningún grupo podía demostrar a otro que
sus ideas del dios creador eran efectivamente las correctas.
Y también
un día un realiano tuvo la genial idea de resolver el entuerto, intentando la
comunicación con este dios. Y después de mucho esfuerzo, ¡un día Realio le
respondió! El primer profeta al principio dudó de su propia cordura, indeciso de si lo que escuchaba en su mente era su propia imaginación y los anhelos en su cabeza, o ese ser externo al cuál buscaba con desesperación. Pero en su conversación, Realio se mostró feliz de ser contactado por su creyente. y le comenzó a preguntar todo tipo de detalles: ¿dónde estaba su planeta? ¿cuantos como él habían? ¿En qué creían? Realio se mostró sorprendido de que existieran tantas variantes de opiniones en los habitantes
de ese planeta respecto de él, así que, ya que había logrado comunicarse
con el primer profeta, decidió tomar el toro por las astas, y comunicarse el mismo con todo el resto de los realianos.
Unos días después de ese primer contacto, una
voz inundó simultáneamente las cabezas de todos los realianos, con un mensaje claro y potente:
“Yo soy Realio, Dios creador del universo. Creé un universo basto y variado para que algún día criaturas como ustedes surgieran en alguna parte de mi creación. Desde que la creé he explorado mi creación por todos los rincones para dar con el lugar en que criaturas conscientes surgieran, y ¡he aquí que están ustedes! Y gracias al primero de vosotros que me contactó, vuestro primer profeta, he podido afinar mis facultades para hablar con todos los habitantes de vuestro planeta y contarles quién realmente soy yo, y por qué creé este universo. Y la razón es….”
Después de
una hora de comunicación directa, tras el estupor y asombro inicial, vino la
alegría: todos los realinos comprendieron qué cosas habían supuesto, creído o
adivinado correctamente acerca de Realio, y cuáles habían sido totalmente
equivocadas.
Algunos realianos por supuesto que dudaron y se negaron a dejar así como así sus creencias acerca del verdadero dios, no fuera que toda esa experiencia no fuera más que una alucinación colectiva o un engaño masivo. Pero Realio siguió comunicándose periódicamente, en algunos casos mentalmente persona a persona, resolviendo hasta las dudas más rebuscadas, y convenciendo hasta los más incrédulos que él existía y era real.
Algunos realianos por supuesto que dudaron y se negaron a dejar así como así sus creencias acerca del verdadero dios, no fuera que toda esa experiencia no fuera más que una alucinación colectiva o un engaño masivo. Pero Realio siguió comunicándose periódicamente, en algunos casos mentalmente persona a persona, resolviendo hasta las dudas más rebuscadas, y convenciendo hasta los más incrédulos que él existía y era real.
Así,
pasaron los siglos, y Realio siguió siendo parte vital de la cultura de
Realiolandia. Con el tiempo Realio asumió la costumbre de hablar y presentarse
por primera vez como una voz en la cabeza de los jóvenes a los 10 años, una
edad suficiente como para que los pequeños realianos pudieran entenderle y se
comunicaran con él en forma constructiva. Y también siguió comunicándose con
otros realianos mayores, en especial los expertos de la investigación del universo,
pues sus dudas más rebuscadas tenían respuestas que eran naturalmente conocidas
por Realio, quien además les enseño detalles totalmente desconocidos y no
obvios de la realidad del universo, que les sirvió a los estudiosos para desarrollar aceleradamente una
tecnología que aprovechaba esos rebuscados secretos de la realidad, dándoles a su civilización energía inagotable y segura, comodidades y bienestar a todos los realianos, lo cual hacía
muy feliz a Realio, quien siempre quiso tener una civilización con la cuál
interactuar, conocer, y en base a concerlos, expandir sus propias ya grandes ideas.
De cuando
en cuando aparecían pensadores que a pesar de lo que Realio les comunicaba a
los diez años en la gran comunicación inicial, daban vueltas a problemáticas,
dilemas y problemas morales o de toda índole que nadie jamás había planteado a
Realio, ni nadie sabía qué opinaba Realio al respecto. Y así se iniciaban
diferentes posturas respecto de lo que Realio probablemente creía, basado en
todo tipo de argumentos y de razones de lo ya conocido y confirmado por el
propio Realio. Pero todas esas disputas y debates duraban poco, pues cuando llegaba el momento de
nuevas comunicaciones periódicas con el dios creador, este podía escuchar las
dudas y preguntas, y también las diferentes teorías que los realianos habían
planteado acerca de él, y entonces Realio podía enseñarles las respuestas correctas, su real voluntad y sus verdaderas opiniones, dando respuesta a esas disquisiciones, incluso a veces en forma masiva a todos los realianos simultáneamente, si Realio consideraba que el punto en cuestión lo ameritaba.
Y Realiolandia
fructificó por miles de años, en total paz respecto de su religión y de su
dios, Realio, pues cualquier disputa acerca de doctrina, dogma o Realiología,
más temprano que tarde era resuelta por Realio mismo, quien podía comunicar su
respuesta a todos quienes estaban interesados, sin necesidad de declarar
herejías, cismas, debates intestinos o ningún tipo de pelea respecto de quién
tenía razón respecto de Realio.
Separados al nacer
Tanto Gino
como Realio son dos dioses que nacieron de un mismo origen: ambos fueron “creídos”
por sus adeptos por el mismo motivo: pensar en quién debía ser ese dios. Pero
su origen parecido nunca podría cubrir la diferencia fundamental entre ambos
dioses: Gino es un dios imaginario, mientras que Realio es un dios real (en el universo realiano).
Gino nunca fue un dios real o existente, y su “existencia” estaba
basada nada más que en la especulación de sus creyentes, y luego en la fuerza y
poder de la autoridad para forzar que el Ginunivismo fuera la única religión
verdadera.
En cambio, Realio no necesitaba de una religión organizada para
mantener el dogma, la doctrina y la creencia, pues él es un dios que existe, se
comunica con su gente, y responde directamente las preguntas y peticiones, a
veces en forma común, de manera que jamás un desacuerdo respecto de él pudo llegar
a ser más allá que una duda temporal.
Pero
también hay otros reinos y planetas, tal como uno llamado “Tierra” por sus
habitantes, quienes creen no en un dios sino en muchos distintos. La pregunta
es ¿se parecen esos dioses más a Gino o a Realio? Y sin duda, cualquier
parecido no puede ser coincidencia.
Si Ud. sigue alguna religión ¿a cuál se parece más?
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