Hermann Samuel Reimarus |
Hace más de 5 años atrás, en abril de 2011, publiqué el “Desafío a la inerrancia bíblica”. Tal desafío fue la culminación de mucho tiempo de leer, investigar el origen de la biblia tal como la conocemos, conocer el origen (y la ausencia) de los autógrafos, aprender de crítica textual y las fuentes documentales conocidas, aprender (rudimentariamente) griego koine, y un largo etc.
Digo que fue una culminación, porque cuando me dí cuenta del problema que plantea el desafío, fue algo que se me “ocurrió” originalmente a mí, y no lo había leído en ninguna otra fuente, y al investigar en la red, no encontré un análisis más profundo de ese problema expuesto. La contradicción es “conocida”, y es listada en muchas partes como ‘una’ contradicción más, pero en pocas o ninguna parte se le analiza en detalle.
Así que una vez escrito el desafío y publicado, pasaron varias cosas. Primero, varias personas intentaron tomar el desafío, pero ninguno ha sido capaz de dar una respuesta realmente satisfactoria (pueden verlo en los comentarios del post).
Segundo, planteé este desafío personalmente a Testigos de Jehová que solían pasar por mi hogar. Después de conversar con ellos, plantearles el desafío, citarlos a esperar su respuesta y conversar con ellos por varias semanas seguidas (e incluso a conversar con un “anciano” o algún tipo de TJ de mayor rango y conocimiento que vino con el primer TJ que conversé), no pudieron hacer mella en el problema, y después de que yo insistiera en que resolvieran el problema, resultó que los TJ dejaron de pasar para siempre (hasta ahora) por mi hogar. Desde hace 5 años que simplemente esquivan pasar por aquí. Graciosamente se podría decir que hasta los extraño; así que, pueden tomar nota de que si quieren que no pasen más los TJ por su casa, lean y aprendan el desafío, e insistan en que ellos lo respondan. Voilà, quedarán inoculados de ellos por años.
Pero lo tercero y más importante, y que motiva este post, es lo que aprendí a partir del desafío. Si bien nadie lo había (y lo ha) respondido satisfactoriamente, me cuestionaba si es que hay alguna respuesta a él. Bien podría haberla. Y me llamaba la atención cuán poco se discute de este problema en Internet, donde hay todo tipo de debates por temas incluso más nimios. ¿Sería que el supuesto desafío era un sinsentido? ¿O algo ya resuelto?
Así lo apuntaba Pedro, un visitante del post que dejó un comentario donde apuntaba que:
“Luego de releer tu artículo, [yo] quedo con la impresión de que es un análisis serio y meticuloso y que sus argumentos son contundentes [...] No sé, sin embargo como te iría en el desafío enfrentado a tipos como William Lane Craig, Dinesh D'Souza y otros apologistas que pretenden tener respuestas para todo [...] Finalmente, la única crítica que le hago a tu artículo es que no hay indicación de referencias en que hayas basado tu tesis, o sea artículos que postulen en todo o parte tus mismos argumentos. No descargo que hayas podido llegar a esas conclusiones completamente solo y por ti mismo y si es así te felicito, pero no hay nada de malo en apoyarse en las investigaciones de otros, incluso si uno se limita a traducirlas o a exponerlas de manera más atractiva, sencilla u ordenada. Eso ya es un aporte.”
Efectivamente, en 2011 yo había llegado a esas conclusiones por mi mismo, así que no tenía ninguna referencia bibliográfica, y no conocía (ni conozco aun) ninguna respuesta de “grandes” apologistas porque ninguno de ellos aparentemente ha abordado este problema en profundidad.
Intentando llegar a una respuesta, lo lógico era poder consultar con alguien profesional, idealmente un experto. Y eso hice. Contacté a Hector Avalos, profesor de Estudios religiosos de la Universidad de Iowa. Hector Avalos es Doctor en Filosofía (PhD) en Hebreo Bíblico y estudios de Medio Oriente de la Universidad de Harvard, Máster en Estudios Teológicos de Harvard Divinity School y Bachiller en antropología de la Universidad de Arizona, y autor de numerosos libros de temas religiosos y apologética. Por lo tanto, cualquier cosa que él pudiera comentar sería muy valioso.
Y así fue. En agosto de 2011 escribí al Dr. Avalos:
“[...] Dado que Ud. es un erudito del tema bíblico, quería hacerle una consulta respecto de un problema que encuentro en los relatos del NT y la resurrección de Jesús. Después de leer mucho del tema, y leyendo varios de los libros de Bart D. Ehrman, llegué a un análisis que considero que demuestra que los relatos de la resurrección tienen una contradicción interna tal que no pueden ser ciertos.
El texto del caso que presento lo escribí en mi blog personal. Sin embargo, este "argumento" es raro de encontrar, y no lo he visto discutido en casi ninguna parte, a excepción del artículo de Eric Lyons de Apologetic Press, que también analizo en el mismo artículo.
Por ello le agradecería si pudiera examinar el análisis que hice, y le agradecería si pudiera contarme si Ud. ve algún fallo en los argumentos o en su lógica que lo hagan inválido.
Y, en caso de que el análisis fuera válido, me asaltan estas dudas ¿Por qué este argumento no es discutido o usado en forma más frecuente? ¿Por qué no se utiliza como un contra-argumento de la validez de los evangelios respecto de la resurrección, por ejemplo para neutralizar la postura de [William L.] Craig?”El Dr. Avalos me preguntó cuál era el argumento central “novedoso” de mi artículo. Mi respuesta fue:
“Respecto a mi análisis/argumento: no es que sea completamente nuevo; Ehrman explica en muchos de sus libros como los relatos de la resurrección son contradictorios unos con otros. Pero siempre queda espacio para decir que los relatos son "complementarios" como una manera de "resolver" esas contradicciones; Por ello considero que lo "novedoso" es analizar la contradicción de "Jesús aparecerá en Galilea" (Mateo 26:32; Marcos 14:28, Mateo 28:5-7, Marcos 16:5-8, Mateo 28:8-10 y Mateo 28:16-18) versus "Jesús aparece al tercer día en Jerusalén" (Lucas 24:36-40, Juan 20:19-21, Lucas 24:49) en detalle y llevar esa contradicción al extremo de su conclusión lógica:ambas versiones no pueden ser simultáneamente ciertas pues son excluyentes, y al menos una de las dos debe ser ser falsa.Por ello, considero que estos pasajes de mi artículo sería el núcleo del argumento:«¿Cómo es posible que el Jesús de Mateo diera expresas instrucciones a los discípulos de ir verle en Galilea, mientras que el Jesús de Lucas y Juan se planta en medio de ellos sorpresivamente el mismo día de su resurrección, en pleno Jerusalén y no en Galilea? [...] Un vistazo superficial muestra que hay una contradicción entre los evangelios de Mateo y Marcos, donde Jesús ordena a los discípulos viajen a Galilea para verle a él resucitado, en contra los evangelios de Lucas y Juan, donde Jesús nunca ordena un viaje a Galilea, pero en cambio se les aparece directamente en Jerusalén el mismo domingo de resurrección, y además en el evangelio de Lucas Jesús les ordena explícitamente que no se vayan de ahí [...] dado que los relatos de Marcos/Mateo versus Lucas/Juan se contradicen ¿Cómo se resuelve ese conflicto?»Mi conclusión hasta ahora es que este conflicto o contradicción no tiene solución satisfactoria (i.e., que logre demostrar que ambos relatos pueden ser simultáneamente ciertos).El análisis del artículo de Lyons es más bien un "apéndice" dado que toca el tema del debate "Galilea-Jerusalén", pero ese artículo no es la base de mi análisis ni toca en profundidad la contradicción que analizo. Sólo lo mencioné (y lo analicé) porque es lo único similar que he encontrado en la red respecto del tema.”
La respuesta del Dr. Ávalos fue sucinta pero contundente, y vale su peso en oro:
“La contradicción acerca del lugar donde los discípulos vieron a Jesús por primera vez después de su resurrección es bien conocido, y fecha por lo menos desde que se numeró la contradicción # 8 por Hermann Samuel Reimarus, el erudito que se dice ser el primero que investigó el Jesús "histórico" en la era moderna. Se puede encontrar en su libro Fragments (publicado por primera vez en 1774-78; editor Charles H. Talbert (Philadelphia: Fortress Press, 1970), p. 175. Desde entonces se ha mencionado por numerosos escritores, y yo lo considero como una contradicción sin resolución a pesar de lo que dice Lyons.”
Así que, don Pedro, ahí tiene una respuesta bibliográfica contundente :-)
Pero ¿cuál es el argumento número 8 de Hermann. S. Reimarus? Imposible saberlo por solo mencionarlo. Por lo tanto compré la edición de 1979 de Charles H. Talbert del libro, y pude ver que el análisis de la contradicción #8 y siguientes por parte de Reimarus son lejos más amplias y profundas que mi propio artículo.
El análisis de Reimarus es tan demoledor, que él nunca se atrevió a publicarlo en vida. Solo después de su muerte estos fragmentos del pensamiento fueron publicados, entre ¡1774 y 1778! Sí, leyó bien. Mil setecientos setenta y ocho. Por lo tanto el desafío, que yo honestamente, solo re-descubrí, tiene no solo 5 años, sino que casi 240 años, y hasta la fecha los expertos reconocen que no tiene solución.
¿Qué más se puede decir? Bueno, decir que un tal Reimarus llegó más o menos a la misma conclusión que yo hace más de 200 años no dice mucho per sé pues ambos podríamos estar equivocados. ¿Qué dijo él? ¿Cuál es su argumento?
El texto de Reimarus en cuestión no se encuentra (en inglés o español) en ninguna parte de la red que yo haya podido encontrar. Lo más cercano es el texto ofrecido por archive.org de Fragmentos, que corresponde a la edición de 1879 de Charles Voysey, que recomiendo sin lugar a dudas leer a todos los interesados, pero que para efectos del “Desafío”, en la página 31 salta desde la sección §9 a la §33, omitiendo todo el texto de en medio, en particular la contradicción #8 y su análisis que están en la sección §29 y siguientes.
Pero como yo sí cuento con la edición en papel de Fragmentos de Charles H. Talbert de 1979, que sí contiene las secciones de interés. Al leer a Reimarus, su análisis es delicioso por su honestidad, profundidad y claro razonamiento lógico. Tan delicioso, que desde que lo leí en 2011 quise poder compartirlo con todos en la red. Y por ello es que demoré tanto tiempo, años, en mencionarlo. Desde ese día ambicioné el traducir el texto de Reimarus, al menos su “Contradicción #8”, al español, y publicarla en mi blog. Pero esa es una tarea que requiere un tiempo y una dedicación que no había podido darle. Hasta ahora.
Hoy quiero compartir esta información que he atesorado estos años, y quienes sientan impaciencia por conocer de Reimarus, lean su libro, y puedan sentir, como él y como yo, el haberse acercado a una verdad tan elusiva.
Les dejo una traducción al español de la sección §29 de Fragmentos de Reimarus. Las secciones siguientes siguen el análisis, y espero en el futuro completar su traducción.
Y el Desafío a la Inerrancia Bíblica sigue en pie. Y puedo apostar que lo seguirá, imbatido, por otros 240 años, y más.
Hermann Samuel Reimarus.
Fragmentos.
Las intensiones de Jesús y sus enseñanzas, parte II
Las narrativas de la resurrección.
§29
La octava contradicción concierne al lugar en el cual Jesús apareció a los discípulos. En Mateo el ángel dice a las mujeres, “Digan a los discípulos que Él se ha levantado de entre los muertos, y mirad, él está yendo delante de ustedes a Galilea; ahí ustedes lo verán”. Jesús mismo repite esto mismo poco después, “Vayan y digan a mis hermanos que vayan a Galilea, y que ahí ellos me verán”. Acto seguido los once discípulos van a Galilea a la montaña a la cual Jesús les había ordenado ir, allí ellos lo ven; pero varios dudan. Lucas nos dice justo lo opuesto. Él nos dice que dos discípulos en el mismo día que María Magdalena se entera de la resurrección de Jesús, esto es, en el primer día de la resurrección, habían caminado hacia la pequeña villa de Emaús, una distancia que Grotius dice que toma un poco más de dos horas recorrer. Ahora, cuando Jesús se reúne con ellos en el camino y posteriormente se revela a ellos en la villa, ellos retornan a esa misma hora a Jerusalén y encuentran a los once reunidos junto con otros, les dicen que ellos han visto a Jesús en el camino y que lo reconocieron al partir el pan. Mientras ellos están diciendo esto Jesús se aparece en medio de ellos y dice, “La paz sea con ustedes”. Él les muestra sus manos y sus pies, está dispuesto a que lo toquen, y delante de sus ojos come pescado hervido, explicándoles a partir de las Escrituras que Cristo debe levantarse después de su pasión, los invita a ser testigos de su resurrección y a que permanezcan en Jerusalén hasta que reciban el poder de lo alto, esto es, el don del Espíritu Santo que había de ser derramado sobre ellos en Pentecostés cincuenta días después de pascua. Y en Hechos Lucas dice incluso en forma más explícita que Jesús les ordenó no dejar Jerusalén, sino esperar la promesa de su Padre ahí, esto es, el poder el Espíritu Santo que vendría sobre ellos (Hechos 1:4). Ahora, si Jesús de manera directa en el primer día de la resurrección ordena a todos los once discípulos mantenerse en Jerusalén hasta pentecostés y no irse, ¿cómo puede él haberles ordenado ir a Galilea durante el mismo periodo? ¿Cómo puede haber prometido que ellos lo verían allá, y como él puede realmente haberse mostrado a ellos en la montaña? Lucas mismo habría tenido que reconocer que ambas cosas no pueden haber ocurrido simultáneamente. Así que él no menciona ni una palabra de la aparición en Galilea y de las órdenes al respecto. En Lucas ni Jesús ni el ángel le dicen a María como lo hacen en los otros relatos,“Dile a mis hermanos que vayan a Galilea, y que allá me verán”. En vez de eso, Lucas hace que las palabras del ángel sean, “Recuerden como Jesús les habló a ustedes cuando él estaba aún en Galilea”. Mucho menos dice Lucas que los discípulos hayan efectivamente ido a Galilea y que Jesús se haya aparecido a ellos en la montaña o en la orilla del lago. En vez de eso, en su historia inmediatamente después de ordenarles permanecer en Jerusalén, Jesús lleva a los discípulos a Betania, los bendice ahí y asciende al cielo.
Ahora, así como Lucas no podría haberse contradicho a sí mismo tan patentemente en cuanto a que Jesús hubiera agregado a sus órdenes el permanecer en Jerusalén una cita de aparición en Galilea, los otros evangelistas que nos cuentan de las apariciones en Galilea siendo ordenadas por Jesús y ocurriendo allá, no pueden recordar ninguna orden de Jesús respecto de permanecer en Jerusalén. Mateo no menciona para nada ninguna aparición en Jerusalén, apenas aquella en la montaña en Galilea donde Jesús dijo a los discípulos reunirse, y donde Jesús en seguida les ordena, “Vayan y enseñen a todas las personas”. Para estar seguro, Marcos alega que Jesús se apareció a los discípulos en Jerusalén cuando ellos estaban sentados a la mesa, pero no que él les ordenara permanecer ahí; en vez de eso, él les dice, “Vayan a todo el mundo”. Y así en Juan, quien reporta en detalle la aparición en Galilea tanto como dos en Jerusalén, ninguna palabra puede encontrarse en el sentido de que Jesús supuestamente haya dicho desde el principio que ellos no debían abandonar Jerusalén. Porque ¿cómo podrían todas estas personas haber olvidado tan groseramente y luego puesto por escrito, uno después de otro, las cosas que luego anularían lo que había sido dicho justo antes? Con tanto cuidado como cualquiera de ellos puede haber sido respecto de eso, de no contradecirse a sí mismos, es incontestablemente claro que unos contradicen a los otros y los dejan como mentirosos. Si es cierto, como dice Lucas, que en el primer día de la resurrección apareció a sus discípulos en Jerusalén y les ordenó permanecer ahí y no marcharse hasta Pentecostés, entonces no es cierto que les haya ordenado durante el mismo periodo el viajar desde Jerusalén hasta la lejana Galilea para aparecérseles a ellos allá. Y por el contrario, uno no puede sino pensar que si esto es cierto, lo otro debe ser falso. Es la más obvia contradicción posible, especialmente en relación con el punto principal de la cual la validez de sus testimonios depende.
Porque si los testigos de la resurrección de Jesús debieran, por supuesto, testificar acerca de todo eso de que apareció ante ellos en Jerusalén y que esa aparición se suponía no podía ocurrir en ningún lugar fuera de Jerusalén, y otro testigo dice que la aparición ocurrió en Galilea como se suponía que tenía que ser, y si uno reporta que su maestro les ordenó no dejar Jerusalén entre pascua y pentecostés, y el otro dice que él les ordenó estar lejos de la ciudad en el mismo periodo, y si uno le sirve pescado hervido a puerta cerrada en Jerusalén, y el otro le sirve en el mar de Galilea, ellos están mutua y totalmente destruyendo la credibilidad de sus testimonios.
Pero , incluso si dejamos a un lado en el relato de Lucas la orden de Jesús de permanecer en Jerusalén, igual las dos apariciones en el relato no concuerdan (la aparición doble en Jerusalén y la tercera en Galilea), tal como al parecer Juan intenta hasta cierto punto hacer. Porque si todos los discípulos vieron a Jesús en Jerusalén en dos ocasiones, hablaron con él, lo tocaron y comieron con él ¿cómo puede ser que ellos hayan tenido que hacer el largo viaje hasta Galilea para verlo, y para qué propósito el ir y volver? Él les podría haber dicho en Jerusalén las mismas cosas que les dijo en Galilea, y verlo, tocarlo, escucharlo y servirle pescado hervido a Él en Galilea no podría haberlos convencido más que si lo hubieran hecho en Jerusalén, escuchándolo y tocándolo, y sirviéndole pescado hervido ahí También, al final Él se supone haber reunido a sus discípulos cerca de Jerusalén, en Betania o cerca del Monte de los Olivos, y haber ascendido a los cielos delante de sus ojos. Si entonces Él había aparecido previamente dos veces en Jerusalén y si ahora Él pretendía dejarlos cerca de Jerusalén, y si durante estas apariciones en Jerusalén Él les había convencido de su resurrección viéndolo y tocándolo, hablando y comiendo, con pruebas de las Escrituras, con muchos milagros delante de sus ojos, y finalmente lo más convincentemente con su ascensión ¿para qué era necesario para estos completamente convencidos discípulos llevar a cabo el largo viaje a Galilea entre las dos ocasiones a fin de verlo allá? ¿Tenía Jesús tal vez algo importante de que preocuparse allá que le impedía estar con ellos al mismo tiempo en Jerusalén? ¿O podía Él manifestarse mejor a ellos ahí que en Jerusalén y decirles otras cosas para convencerlos? Puede asumir lo que quiera, no hay motivos razonables para este viaje, si no es la intención anular el relato previo y las propiedades atribuidas a Jesús después de su resurrección.
§30
Pero respecto de la aparición en Galilea misma el evangelista que la relata comete múltiples contradicciones. [...]»
... continuará :-)
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