"El naufragio", Joseph Mallord William Turner |
En el
artículo original del "Desafío" yo analicé una supuesta respuesta del artículo de
Eric Lyons “¿A Galilea o Jerusalén?” (Apologetic Press), mostrando por qué en
realidad tal “respuesta” no soluciona el dilema.
Recientemente
en un comentario hecho por Pedro, un visitante del blog, dejó un comentario
donde me apuntó a otra fuente donde “se encuentra aproximadamente [una
respuesta al problema que] has estado tratando, aunque fuertemente
distorsionada en su planteamiento y peor respondida”.
Pero no basta
simplemente con afirmar que una respuesta es mala y así sin más desecharla. Mi búsqueda es por
la verdad y, para lograr tal cometido, cada afirmación, a favor o en contra,
tiene que ser honestamente examinada.
Así que,
revisé lo que dice tal fuente reportada por Pedro, que a su vez declara tomar las respuestas de un libro: "Diccionario de dificultades y aparentes contradicciones bíblicas", de John Haley y Santiago Escuain. En este post se verá como tales respuestas (en la web y en el libro) no solo no resuelven los problemas de las contradicciones expuestas, sino como la metodología de Haley (y simplemente "traducida" por Escuain) es lógicamente falaz e inválida, al punto de ingenuamente demostrarlo en su propio texto como parte de la explicación de su metodología.
101 contradicciones
Pedro apunta
a que la contradicción del "Desafío" aparece mencionada en listados de “101 contradicciones”,
texto que está profusamente replicado en Internet, como en este sitio musulmán “101 contradicciones bíblicas” donde, en inglés, las contradicciones #88 y #89, traducidas por mí, indican:
88. ¿Cuál fue la instrucción de Jesús a sus discípulos?
• Digan a mis hermanos que vayan a Galilea, y allá ellos me verán (Mateo 28:10).
• Anda donde mis hermanos y diles, estoy ascendiendo al Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios (Juan 20:17).
89. ¿Cuándo retornaron los discípulos a Galilea?
• Inmediatamente, porque cuando ellos vieron a Jesús en Galilea algunos dudaron (Mateo 28:17). Este periodo de incerteza no debe persistir.
• Después de al menos 40 día. Esa tarde [del día de resurrección] los discípulos estaban aún en Jerusalén (Lucas 24:33). Jesús apareció ante ellos y les dijo, quédense en la ciudad hasta que sean investidos con el poder de lo alto (Lucas 24:49). El apareció a ellos durante 40 días (Hechos 1:3), y les encargó no dejar Jerusalén, pero esperar por la promesa… (Hechos 1:4).
Sin duda
que el núcleo de la contradicción se encuentra ahí, a la vista, pero el texto no
es un análisis profundo de ella, ni se hace un mayor hincapié en ella
por la gravedad del problema, en especial dado que esa contradicción mina la veracidad de
los relatos de la resurrección de Jesús, un punto clave en todo el castillo de
la teología cristiana.
Ahora, una respuesta
a esos puntos de las 101 contradicciones, descubierta por Pedro, se encuentra en el blog “Artículos de Apologética Católica”, en el artículo de 2014 «Respuestas a las “101 contradicciones bíblicas”», por un autor bajo el username/seudónimo "Firme en la Verdad".
¿Sin contradicciones?
En el
artículo de respuesta del blog “Artículos de Apologética Católica” su
autor parte el artículo indicando:
En muchos casos, los culpables de dichas aparentes contradicciones son los copistas, no los Sagrados Escritores. Por eso, la verdad sigue igual: La Sagrada Biblia no se contradice.
Nota de introducción: Todas las respuestas han sido extraídas del "Diccionario de dificultades y aparentes contradicciones biblicas" escrito por John W. Haley, y Santiago Escuain. Editorial Clie. España. Año: 1988.
Entonces, según
el autor del blog, es claro que cualquier “aparente contradicción” es, en muchos
casos, culpa de algún copista; o dicho de otra forma, la fuente original (autógrafos) de dichos
textos, proveniente de un “sagrado escritor”, seguramente debía carecer de tal
contradicción.
Pero veamos
como los autores del Haley y Escuain, fuente de las respuestas, proponen
resolver dichos problemas #88 y #89.
Para la
contradicción #89 el blog publica (mayúsculas en el original):
RESPUESTA: ENTRE LAS MUCHAS INSTRUCCIONES QUE DIO EL MESÍAS, LA DE JUAN 20:17 CORRESPONDE A LA ORDEN DADA ESPECÍFICAMENTE A MARÍA MAGDALENA. Y LA DE MATEO 28:10 CORRESPONDE ESPECÍFICAMENTE A LA DADA A LAS OTRAS MUJERES.
Umh, ¿ok? Sí,
efectivamente, en Mateo 28:10 (RVR1960) leemos:
[Mateo 28:10] Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.
¿A quién le
está hablando Jesús ahí? Bueno, el principio básico de la hermenéutica es… leer cualquier versículo en su contexto, y por lo tanto si leemos el
capítulo 28 de Mateo desde el principio, vemos que dice (énfasis añadidos):
[Mateo 28:1] Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. [28:2] Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. [28:3] Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. [28:4] Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. [28:5] Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. [28:6] No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. [28:7] E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho. [28:8] Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, [28:9] he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron. [28:10] Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.
Entonces,
resulta que “las mujeres” son… María Magdalena y la “otra María”, así que la
afirmación de la respuesta apologética de que Mateo 28:10 es algo dicho a "otras mujeres" y no a María
Magdalena es, simplemente, equivocada. Así que esa parte de supuesta respuesta a la
contradicción es directamente una lectura equivocada de la Biblia (!?).
Veamos
ahora la segunda cita bíblica mencionada en la contradicción #88, Juan 20:17, y veamos nuevamente algo de contexto
“alrededor” del texto apuntado
[Juan 20:17] Jesús le dijo [a María Magdalena]: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. [20:18] Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas. [20:19] Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros [...].
En el evangelio de Juan vemos que Jesús omite decir a María Magdalena el
importante mensaje de ir urgentemente a Galilea, y simplemente se les aparece
ese mismo día (domingo) en Jerusalén. Y esa es la contradicción que la respuesta de "Apologética Católica" no hace siquiera el intento de resolver.
Por lo tanto
¿hay contradicción respecto de a quiénes se les dice las cosas? No. ¿Hay contradicción de lo
que dice y luego ‘hace’ Jesús? Absolutamente sí.
Luego, la
respuesta del sitio web a la contradicción #88 es, como apuntaba Pedro, una no-respuesta.
Respecto a la segunda contradicción en discusión, la contradicción #89, que trata directamente del problema "Galilea-vs-Jerusalén", la respuesta es (todo mayúscula en el original):
RESPUESTA: MATEO NO NIEGA LA APARICIÓN EN JERUSALEM, SIMPLEMENTE PASA EN SILENCIO LAS ANTERIORES APARICIONES DE NUESTRO SEÑOR, Y SE DETIENE EN LA DE GALILEA COMO DE GRAN IMPORTANCIA PARA EL DESIGNIO DIVINO DE SU EVANGELIO. FUE ENTONCES QUE EL SALVADOR RESUCITADO FUE VISTO "POR MÁS DE 500 HERMANOS A LA VEZ" (1 CORINTIOS 15:6). ESTA MANIFESTACIÓN PARECE HABER SIDO EL ÚLTIMO ACTO DEL SEÑOR EN GALILEA, SU ENTREVISTA FINAL CON LOS DISCÍPULOS EN AQUELLA REGIÓN.EN LA ASCENCIÓN, EL MESÍAS LES ORDENÓ QUE VOLVIERAN A JERUSALEM Y ESPERARAN ALLÍ HASTA QUE LLEGARA LA PROMESA DEL PADRE.
¿Resuelve
eso la contradicción? Para nada.
La
respuesta es correcta en un aspecto: Mateo no niega la aparición en Jerusalén.
De hecho, Mateo no menciona para nada ninguna otra aparición excepto la de Galilea,
cosa rara si es que quien lo escribió era el apóstol Mateo, que hubiera sido
testigo de todas las apariciones, tanto en Galilea como en Jerusalén.
Pero el
problema es que en el versículo de Lucas referenciado en el texto de las 101 contracciones es explícito respecto de que Jesús
ordenó a los discípulos quedarse en Jerusalén el mismo día de su resurrección,
lo que contradice al Jesús de Mateo enviando ese mismo día el recado a sus discípulos de que vayan a Galilea para ver a los discípulos allá, además de ser algo totalmente innecesario si Jesús pensaba realmente planeaba aparecerse en el aposento alto esa misma tarde de domingo, como explica Reimarus.
Si los
dichos contradictorios del propio Jesús no existieran, y los relatos de
diferentes evangelistas se hubieran limitado a mencionar diferentes apariciones
en diferentes lugares y momentos, la respuesta sería satisfactoria y razonable, pero ese no es el caso. Ciertamente no es una obligación que diferentes autores tengan que relatar exactamente los
mismos hechos. Pero cuando dos autores relatan un mismo hecho (los dichos y acciones de Jesús
resucitando y diciendo algo a los discípulos el domingo de resurrección) que resulta contradictorio entre diferentes autores (el mismo personaje, Jesús, dando órdenes contradictorias y
contradiciendo sus propias instrucciones en diferentes evangelios), el hacer notar que un evangelista
menciona cosas que el otro omite no es una respuesta ni solución a una contradicción respecto de
las cosas que sí se afirman explícitamente en ambos textos.
En resumen,
las respuestas mostradas en el sitio web de Apologética Católica a las contradicciones #88 y #89 no las resuelven en lo absoluto,
ni siquiera en la forma limitada de tales contradicciones del texto web de las “101 contradicciones”. Hasta ahí, nada más que decir.
Pero si
estas respuestas provienen de un libro escrito por apologistas profesionales, un libro de expertos ¿cómo pueden ser tan malas esas respuestas?
Las no tan “aparentes” contradicciones bíblicas.
John William
Haley (1834-1927) publicó en 1874 el libro “An Examination of the Alleged Discrepanciesof the Bible” (disponible on-line como obra de dominio público por la Universidad de Michigan), casualmente, 100 años después de que los fragmentos de Reimarus
fuera publicados por primera vez.
Poco más de 100 años después el autor Santiago Escuain, “ingeniero en procesos químicos, coordinador del sitio web SEDIN y autor de libros religiosos”, realizó una revisión y traducción al español de dicha obra y la publicó en 1988 bajo el título “Diccionario de dificultades y aparentes contradicciones bíblicas”, libro que es parte de mi biblioteca, pues lo encontré en una librería cristiana en la época en que estaba intentando “resolver” tales contradicciones. Yo cuento con la edición en tapa dura de editorial CLIE de 1988. Así que yo puedo examinar si las respuestas publicadas en dicho blog realmente se apegan a lo explicado en dicho libro, y por lo tanto las páginas aludidas en el análisis abajo las hago libro en mano. Pero el lector que quiera examinar mis dichos y citas por si mismo puede usar esta versión en PDF online disponible en la red.
Ahora, ¿son las
respuestas del libro exactamente las mismas respuestas que la del sitio web? No
exactamente.
De partida,
la respuesta #88 parece ser un invento del autor del blog, pues el en libro de Haley-Escuain no
aparece mencionada una contradicción para esa combinación exacta de versículos aludidos, y por lo tanto tampoco hay una respuesta explícita a ellos. De hecho en el “Indice de
citas bíblicas” al final del libro, y disponible en la web del autor, el versículo Juan 20:17 no aparece listado
como parte de contradicción alguna. En cambio, Mateo 28:10 sí aparece, pero las
respuestas dadas para tal versículo de Mateo no es la del sitio web.
Sin embargo sí aparece parte de la respuesta dada en el sitio web para la contradicción #89. Así que bien
vale la pena examinarla en forma independiente.
En la
página 449, en el capítulo “Discrepancias históricas – acerca de
lugares” encontramos:
“Los discípulos fueron a Galilea” (Mt. 28:10-16)
“Se quedaron en Jerusalén” (Lc. 24:49)
El mandato de «quedaos en la ciudad» no fue dado necesariamente el mismo día en que el Señor apareció a los discípulos en el aposento alto. Parece haber sido dado inmediatamente antes de la Ascensión. Esta es la postura de Alford, y la que parece más congruente con la continuidad entre los versículos 49 y 53 de Lucas 24.
Noten las
palabras en la respuesta: “no necesariamente”, “parece haber sido”, “parece más
congruente”. ¿Cómo esa cantidad de condicionales pueden realmente demostrar algo? En principio se ve que Haley-Escuain simplemente especulan lo que podría resolver el problema, que no es lo mismo que realmente resolver la contradicción.
Primero que nada, Haley-Escuain no aportan evidencia alguna que realmente apoye la respuesta que postulan, por lo que todos sus "parece" son sólo meras suposiciones.
Primero que nada, Haley-Escuain no aportan evidencia alguna que realmente apoye la respuesta que postulan, por lo que todos sus "parece" son sólo meras suposiciones.
Y lo segundo más importante: Haley ignora en su respuesta el hecho que en los evangelios Jesús es citado diciendo explícitamente, en su primera aparición a las mujeres recién resucitado, que los discípulos deben ir a Galilea para verle allá (Mateo y Marcos), y por lo tanto Haley no se hace cargo del hecho que Jesús apareciera en Jerusalén esa misma tarde (Lucas y Juan), contradiciendo sus propias instrucciones
y palabras. Para tal problema no hay respuesta alguna.
Por lo tanto, la contradicción en cuestión no es únicamente de cuando se instruye el quedarse en Jerusalén ni de cuál aparición es la primera ante discípulos; el problema es el propio Jesús contradiciéndose a sí mismo de acuerdo a los testimonios de los evangelistas.
Por lo tanto, la contradicción en cuestión no es únicamente de cuando se instruye el quedarse en Jerusalén ni de cuál aparición es la primera ante discípulos; el problema es el propio Jesús contradiciéndose a sí mismo de acuerdo a los testimonios de los evangelistas.
Cuando se toma eso en cuenta, añadir que Jesús además ordenara “quedarse en Jerusalén” cuando aparece en el aposento alto
no solo no soluciona la contradicción ya patente, sino que solo la profundiza. Si Jesús ordenó a los discípulos ir a Galilea para verle, el solo hecho de aparecer en Jerusalén ese mismo día ya contradice sus propios dichos. Por lo que decir que la orden de quedarse en Jerusalén fue más tardía no resuelve lo primero: Jesús contradiciendo sus propias palabras y órdenes al aparecer ese mismo día en Jerusalén.
Ahora, ¿de
dónde sacó entonces el autor del blog la respuesta que publicó, que no
corresponde al texto de la respuesta mostrada en el libro? La respuesta en realidad viene de la página 447, donde sí
encontramos parte de la respuesta citada en el sitio web. Noten cuál es la
contradicción que intentan resolver:
“La primera reaparición de Cristo, en Galilea” (Mt. 28:16,17)
“En Jerusalén” (Lc. 24:33, 36; Jn. 20:19).
Mateo no niega, sino que simplemente pasa en silencio, las anteriores apariciones de nuestro señor, y se detiene en la de Galilea como de gran importancia para el designio de su Evangelio. Fue probablemente entonces que el Salvador resucitado fue visto «por más de 500 hermanos a la vez» (1 Co. 15:6). Esta manifestación parece haber sido el último gran acto del Señor en Galilea, su entrevista final con sus discípulos en aquella región.
Vemos que Haley-Escuain intentan "resolver" el problema de donde ocurre la primera aparición,
problema que en realidad no es un problema en sí mismo, como ya fue explicado antes.
Por lo
tanto, vemos que Haley-Escuain no atacan en profundidad, ni menos
resuelven, la contradicción que tanto el “Desafío a la inerrancia de la Biblia” como la contradicción #8 de Reimarus plantean. Entonces cabe preguntarse ¿Cómo tan malas
respuestas se muestran como una solución satisfactoria, si se basan en condicionales sin demostración alguna?
Racionalización: el poder de creer lo que sea.
Para
entender por qué Haley-Escuain plantean tal tipo de respuestas, y por qué piensan
que sus respuestas son satisfactorias para todas y cada una de la “discrepancias”
que ellos intentan resolver en su libro, es necesario leer la metodología que el libro plantea para resolverlas.
Primero, en
el prefacio del libro, escrito por Santiago Escuain, se explica (pp. 7) que la obra original de Haley de
1874 “ha sido extensamente revisada en muchos de sus aspectos” pero que al
mismo tiempo “buena parte de la obra preserva el contenido original de Haley”.
Respecto de su contenido, Escuain indica que (pp. 8, énfasis añadidos):
Respecto de su contenido, Escuain indica que (pp. 8, énfasis añadidos):
“No infrecuentemente se dan varias posibles soluciones a una dificultad, donde el lector puede elegir por sí mismo la que parezca más adecuada. Naturalmente, no se presentan todas las soluciones que se han propuesto como posibles, sino aquellas que parecen más razonables”
Es decir, las respuestas ofrecidas no buscan demostrar que una respuesta en particular realmente resuelva la contradicción planteada, sino que a Haley-Escuain les basta que más de una alternativa sea
una “posible solución” para darse por satisfechos, donde luego cada lector puede elegir aceptarla como cierta y
correcta… porque sí.
No deja de ser curioso el darse cuenta de que si más de una solución o respuesta se ofrece para una única contradicción, pero una, y solo una, de tales respuesta fuera la correcta, aún si la respuesta estuviera entre las posibilidades ofrecidas ¿cómo puede un lector discernir entre esa y todas las demás alternativas que son por lo tanto equivocadas, erradas y falsas? ¿Cómo diferencia la respuesta correcta de las falsas y erradas? No esperen encontrar la respuesta a eso por parte de Haley-Escuain.
Luego, la Parte I del libro, “Discrepancias de la Biblia”, aborda en 3 capítulos el “origen”, “propósito” y “resultado” de tales discrepancias.
No deja de ser curioso el darse cuenta de que si más de una solución o respuesta se ofrece para una única contradicción, pero una, y solo una, de tales respuesta fuera la correcta, aún si la respuesta estuviera entre las posibilidades ofrecidas ¿cómo puede un lector discernir entre esa y todas las demás alternativas que son por lo tanto equivocadas, erradas y falsas? ¿Cómo diferencia la respuesta correcta de las falsas y erradas? No esperen encontrar la respuesta a eso por parte de Haley-Escuain.
Luego, la Parte I del libro, “Discrepancias de la Biblia”, aborda en 3 capítulos el “origen”, “propósito” y “resultado” de tales discrepancias.
En la página 13 se afirma que:
“Es el objeto de este volumen [… el examinar] con cierto detalle las discrepancias de las escrituras, y sugerir, en tales casos, soluciones justas y razonables”.
Respecto de
la naturaleza de estas discrepancias, en el original Haley (pp. 2 y 3) (en la traducción de Haley-Escuain, pp. 14, 15) se reconoce su
importancia, dado que (énfasis añadidos):
“[…] no puede sorprender a nadie el encontrar a autores escépticos extendiéndose acerca de las «inconsecuencias manifiestas», «contradicciones internas» y «discrepancias claras» de la Biblia, presentándolas incesantemente como tantas pruebas de lo indigna de confianza que es, y de su origen meramente humano. Las páginas de los racionalistas alemanes y de sus discípulos ingleses y americanos presentan abundantes ejemplos de esta clase.
No es necesario decir mucho acerca de la importancia de este tema. Es evidente que tiene una relación vital y estrecha con la doctrina de la inspiración. Dios, que es sabio y veraz, no puede ni mentir ni contradecirse a sí mismo. Así, si pudiera descubrirse que existen en la Biblia o falsedades o verdaderas contradicciones, nuestra conclusión debiera ser, en todo caso, que tales cosas no provienen de Dios; y que hasta tal punto la Biblia no está divinamente inspirada. Veamos, así, la necesidad de un paciente y sereno examen de las pretendidas falsedades y contradicciones, a fin de que la formulación de la doctrina de la inspiración se ajuste a los hechos.”
Ese par de
párrafos ofrece una increíble concesión por parte de Haley: si de verdad hubiera contradicciones en la
Biblia, y no fueran solo aparentes, la conclusión inevitable es que la Biblia carece de
inspiración.
Pero por supuesto, todo creyente que se precie de tal no puede aceptar tal cosa, por lo que no puede sino partir desde el punto de vista (preconcebido) que tal cosa no puede ser cierta, y por lo tanto cualquier falsedad y contradicción no puede ser sino “pretendida”, y hay que formular respuestas para que la “inspiración se ajuste a los hechos”. Es decir, explicar cualquier problema a toda costa.
Pero por supuesto, todo creyente que se precie de tal no puede aceptar tal cosa, por lo que no puede sino partir desde el punto de vista (preconcebido) que tal cosa no puede ser cierta, y por lo tanto cualquier falsedad y contradicción no puede ser sino “pretendida”, y hay que formular respuestas para que la “inspiración se ajuste a los hechos”. Es decir, explicar cualquier problema a toda costa.
Luego, en los tres primeros capítulos de Haley-Escuain se enumeran y explican todo tipo de
razones por las cuales el texto bíblico puede “aparentemente” tener problemas: debido a
diferencias de fechas, de autor, de perspectiva, diferentes métodos de cálculo,
peculiaridades culturales, errores (de copistas) en los manuscritos, pero una
no menos importante (pp. 32):
“Una multitud de pretendidas discrepancias son productos de la imaginación del crítico, influenciado en mayor o menor grado por su prejuicio dogmático”.
O sea, cuando un crítico "imagina" un problema a partir del texto bíblico lo hace influenciado por prejuicios dogmáticos, lo cual es malo, muy malo. Al mismo tiempo, para Haley, que el creyente "imagine" una respuesta influenciado por un propios prejuicios dogmáticos no es un problema, sino una virtud; ¡Oh, la ironía!
Pero ¿Cuál es el
pecado de tales dogmáticos críticos? (pp. 33)
“Ciertos autores racionalistas tienen un cómodo método para ignorar las respuestas a las objeciones que ellos aducen. Comienzan en el acto a hablar con grandezas de la «alta crítica», y a ridiculizar las respuestas y soluciones como «suposiciones gratuitas»”.
Oh, horror: de partida se hace un argumento de tipo “Ad Hominen” (“estimado lector, la
alta crítica es basura, tome nota”), y luego se acusa a los detractores de ridiculizar las soluciones propuestas por los eruditos creyentes como “suposiciones
gratuitas”. Pero ¿lo son? Tal posibilidad ni siquiera es explorada ni justificada su contrario.
Y, es un hecho que cuando alguien plantea cualquier tipo de respuesta como explicación a algo, pero ofrece cero evidencia que respalde la veracidad de tal explicación, tal respuesta no es sino una "suposición gratuita", y no puede dejar de serlo hasta que quien propone tal respuesta cumpla con la carga de prueba de demostrar su veracidad. Pero ya veremos como Haley maneja tal concepto.
Sigamos examinando el método de Haley-Escuain. En la página 36 aprendemos que:
Y, es un hecho que cuando alguien plantea cualquier tipo de respuesta como explicación a algo, pero ofrece cero evidencia que respalde la veracidad de tal explicación, tal respuesta no es sino una "suposición gratuita", y no puede dejar de serlo hasta que quien propone tal respuesta cumpla con la carga de prueba de demostrar su veracidad. Pero ya veremos como Haley maneja tal concepto.
Sigamos examinando el método de Haley-Escuain. En la página 36 aprendemos que:
“Un examen minucioso y extenso de numerosos autores [críticos], que asaltan la Biblia desde varias posiciones y variadas pretensiones justifica la observación, que ni es ni injusta ni poco caritativa, de que una gran parte de sus pretendidas «discrepancias» son puramente subjetivas, originándose, primariamente, no en los libros sagrados, si no en los desviados prejuicios y en la desordenada imaginación del crítico.”
No se puede
plantear una falacia Ad Hominem de forma más clara. No es que las
discrepancias vengan del texto. No señor: si Ud. es crítico respecto del texto bíblico, sus pretendidas
discrepancias no pueden sino venir de sus desviados prejuicios y malvada imaginación ¿cómo se atreve?
Pero en el
capítulo 2 comienza el camino a la racionalización explicita. En la página 37 aprendemos
que:
“¿Por qué se permitió la existencia de discrepancias? ¿Qué buen fin contemplan?1. Indudablemente había la intención de que sirvieran como estímulo para el intelecto humano, como provocación al esfuerzo mental.”
O sea,
todas las “pretendidas discrepancias” están ahí por con un propósito y con una
buena intención. Quién lo hubiera dicho.
Es más, en
el punto 5 (pp. 44) aprendemos que:
“Las discrepancias bíblicas fueron evidentemente designadas como una prueba de carácter moral; y probablemente, para servir a un importante propósito judicial. Pueden ser consideradas como constitutivas de un elemento no insignificante de los medios y condiciones de la probación del hombre.”
Es decir, para Haley si Ud. es un creyente y enfrenta dudas por una (supuestamente aparente) contradicción en la Biblia, en realidad Ud. está siendo
puesto a prueba en su calidad su moral y, si falla, será “judicialmente” considerado culpable. Así que, si esos prejuiciosos críticos con sus imaginarias contradicciones llegan a hacer mella
en su fe con lo que aparenta ser buenas razones que demuestran una contradicción bíblica, el darle crédito a tal idea es inmoral, y Ud. está
fallando la prueba, pues esa discrepancia fue, literalmente, diseñada para poner su fe a
prueba. Vaya manera de tratar al quien duda: ¡amenazándolo si es que se atreve a considerar que un argumento en contra es correcto!
Por lo
tanto, afirma Haley-Escuain al comienzo del capítulo 3 (pp. 47) la conclusión
inevitable desde su punto de vista:
“¿Cuál es el efecto de las discrepancias, en relación con la integridad del texto, y de la influencia moral de la Biblia?
Ni trastornan el texto ni dañan de manera esencial su integridad. No llegan a corromperlo en ningún grado apreciable. La conclusión a la que han llegado eminentes eruditos y críticos, después de una dilatada y exhaustiva investigación, es que el texto sagrado nos ha sido transmitido virtualmente integro.”
Por, lo
tanto, aquí el creyente genuino puede simplemente respirar tranquilo. ¿Hay
aparentes discrepancias? Sí, pero todo sigue igual y perfecto, pues (argumento Ad Verecundiam) los expertos creyentes así lo afirman. Q.E.D.
Pero no es que esos expertos hayan visto evidencia y, ahora Haley-Escuain presenten esas razones de peso al lector para justificar tal conclusión de los expertos. Veamos a qué tipo de evidencia echa mano
Haley-Escuain de parte de dichos expertos. En la misma página 47 encontramos un ejemplo:
“[Dice el] Obispo Butler: «Puede haber errores de los transcriptores; pueden aparecer otros errores reales o aparentes, que no sean fáciles de explicar; pero desde luego no hay más de este tipo en las Escrituras que los que hubieran sido de esperar en libros de tal antigüedad; y nada en lo absoluto suficiente para desacreditar la narración en general».”
Es decir:
el maestro ha hablado (Magister Dixit); ergo, no hay problema, estimado
creyente. Siga creyendo con tranquilidad. Todo está bajo control…
Y así con
las opiniones de toda una serie de expertos citados.
Entonces
¿qué podemos pensar de las respuestas de Haley-Escuain? ¿Son ellas verdaderas
respuestas que cuidadosamente demuestran la falsedad y error de todas esas “aparentes
contradicciones”? ¿O tal vez tienen algo de razón esos inmorales, prejuiciosos, dogmáticos y
desviados críticos que ignoran las respuestas al tratarlas como “suposiciones
gratuitas”?
La clave la encontramos en el propio texto original de Haley, afirmaciones que se encuentran en el original y que sólo fueron traducidas por Escuain. Después de haber
explorado por casi 60 páginas el porque todos esos problemas que Ud. puede encontrar
en la Biblia son solo “supuestos”, Haley hace una concesión (¿inconsciente, tal vez?) tan sincera de cuál es el método de sus respuestas, que llega a ser pasmante. En la página 57 y 58 finalmente
encontramos (énfasis añadidos):
“Al considerar las soluciones que se proponen en las páginas que siguen, se debería mantener en mente el sentido legítimo de una hipótesis. Si una cierta hipótesis cumple con las exigencias de un caso determinado, entonces hasta que no pueda ser demostrada falsa o absurda, su valor lógico [verdadero] debe echar a un lado todas y cada una de las objeciones, y afirmar una fuerte presunción a su favor. Por ejemplo, se dirá: «Aquí hay un caso en el que la Biblia se contradice». Nosotros replicamos: «Aquí hay una hipótesis que sirve para explicar y reconciliar la discrepancia». Ahora bien, a no ser que nuestra hipótesis pueda ser demostrada falsa o irracional, se mantiene, y la objeción queda definitivamente contestada. En tales casos, la carga de prueba reposa sobre el objetor.
Las soluciones propuestas en las siguientes páginas son hipotéticas, aunque, en la mayor parte de los casos, la probabilidad llega a una certeza casi absoluta. Al ofrecer estas soluciones, ni afirmamos ni pretendemos demostrar que sean las únicas soluciones, ni las verdadera; simplemente afirmamos que se trata de explicaciones razonables respectivamente para cada caso, y, por todo lo que se pueda decir en sentido contrario, pudieran ser las verdaderas explicaciones. Por ello, en base a los principios de la lógica y el sentido común, contrarrestan y neutralizan las discrepancias que se aducen, y dejan incólumes la unidad, la integridad y la autoridad divina del sagrado volumen.”
Creo que cualquier
lector que haya llegado a este punto de la lectura, debe leer de nuevo esos dos
párrafos. No, mejor, hágalo tres veces.
Porque lo
que Haley-Escuain presentan como basados en “los principios de la lógica y el
sentido común” se trata ni más ni menos que la falacia lógica del argumento Ad Ignorantiam, la apelación a la ignorancia: “Afirmo X (solución hipotética a una
contradicción); nadie ha demostrado que X sea falsa, por lo tanto, X es (necesariamente) verdadera”.
Y de pasada, Haley-Escuain invierten la carga de prueba (algo también falaz) al indicar sin ninguna vergüenza que no son ellos quienes deben demostrar la veracidad de sus hipótesis, sino que es trabajo del crítico demostrar la falsedad de la explicación, y que hasta que tal cosa ocurra, su hipótesis debe ser aceptada como cierta por fíat, porque sí...
Y de pasada, Haley-Escuain invierten la carga de prueba (algo también falaz) al indicar sin ninguna vergüenza que no son ellos quienes deben demostrar la veracidad de sus hipótesis, sino que es trabajo del crítico demostrar la falsedad de la explicación, y que hasta que tal cosa ocurra, su hipótesis debe ser aceptada como cierta por fíat, porque sí...
Todo lo
anterior, es directamente contrario a la lógica, el pensamiento crítico, y a la
razón, a pesar de que Haley apele a tales herramientas como "justificación".
Estos dos párrafos por sí solos invalidan todas las respuestas que se ofrecen a partir de ahí en
las siguientes 500 páginas de la Parte II del libro. Bajo esa metodología, las respuestas por defecto están basadas en argumentos Ad
Ignorantiam, inversión de la carga de prueba, y otras falacias varias.
Si un lector no logra ver cuál es el problema en ese tipo de razonamiento, el punto es el siguiente: si uno acepta de antemano cierta conclusión como absolutamente verdadera, y luego cuando aparece cualquier posible evidencia que contradice tal conclusión, se elige como estándar de evidencia para rechazar esa evidencia únicamente idear cualquier "hipótesis" como posible respuesta que "resuelva" tal contradicción, sin aportar evidencia alguna que demuestre la veracidad de la hipótesis planteada, entonces tal solución no puede sino ser una 'afirmación gratuita'. Y si además deja a los detractores el "refutar" esa respuesta imaginaria, declarando la verdad segura de esta solución "hipotética" hasta que alguien demuestre lo contrario, entonces es un hecho que uno puede "demostrar" la veracidad de cualquier cosa, sin importar cuán disparatada sea.
Por ejemplo, apelando a la ley de Godwin, para mostrar la invalidez de tal tipo de razonamiento, supongamos que asumimos como una verdad absoluta que ni más ni menos que Adolf Hitler es, ha sido y será la persona más humanitaria que jamás habrá.
Una creencia así no demoraría en ser desafiada con amplia evidencia que contradice tal afirmación, a decir, que Hitler inició una de las peores guerras mundiales, y que por órdenes suyas se llevó a cabo el holocausto judío, uno de los actos de xenofobia más deleznables del siglo XX y un largo etc.
Apliquemos el método Haley-Escuain para defender nuestra (hipotética) idea del gran benefactor que fue Hitler. No tendríamos más remedio que, dada la abrumadora evidencia que nos pondrían por delante, aceptar que "aparentemente" hay razones para desestimar nuestra creencia. Pero son solo aparentes. Dado que nosotros, de antemano y dogmáticamente, creemos que nuestra creencia es absolutamente cierta, cualquier explicación, por improbable que sea, sería infinitamente más probable que la falsedad de nuestra creencia. Por ello, podríamos imaginar la siguiente hipótesis para resolver el problema:
Si un lector no logra ver cuál es el problema en ese tipo de razonamiento, el punto es el siguiente: si uno acepta de antemano cierta conclusión como absolutamente verdadera, y luego cuando aparece cualquier posible evidencia que contradice tal conclusión, se elige como estándar de evidencia para rechazar esa evidencia únicamente idear cualquier "hipótesis" como posible respuesta que "resuelva" tal contradicción, sin aportar evidencia alguna que demuestre la veracidad de la hipótesis planteada, entonces tal solución no puede sino ser una 'afirmación gratuita'. Y si además deja a los detractores el "refutar" esa respuesta imaginaria, declarando la verdad segura de esta solución "hipotética" hasta que alguien demuestre lo contrario, entonces es un hecho que uno puede "demostrar" la veracidad de cualquier cosa, sin importar cuán disparatada sea.
Por ejemplo, apelando a la ley de Godwin, para mostrar la invalidez de tal tipo de razonamiento, supongamos que asumimos como una verdad absoluta que ni más ni menos que Adolf Hitler es, ha sido y será la persona más humanitaria que jamás habrá.
Una creencia así no demoraría en ser desafiada con amplia evidencia que contradice tal afirmación, a decir, que Hitler inició una de las peores guerras mundiales, y que por órdenes suyas se llevó a cabo el holocausto judío, uno de los actos de xenofobia más deleznables del siglo XX y un largo etc.
Apliquemos el método Haley-Escuain para defender nuestra (hipotética) idea del gran benefactor que fue Hitler. No tendríamos más remedio que, dada la abrumadora evidencia que nos pondrían por delante, aceptar que "aparentemente" hay razones para desestimar nuestra creencia. Pero son solo aparentes. Dado que nosotros, de antemano y dogmáticamente, creemos que nuestra creencia es absolutamente cierta, cualquier explicación, por improbable que sea, sería infinitamente más probable que la falsedad de nuestra creencia. Por ello, podríamos imaginar la siguiente hipótesis para resolver el problema:
Si Hitler es el hombre más humanitario que jamás habrá en toda la historia de la humanidad, incluido todo el tiempo futuro, el que Hitler apareciera justo en el siglo XX permite pensar que, posiblemente, él haya sido un viajero en el tiempo que conocía el futuro y por lo tanto sabía qué ocurriría si es que no había una guerra mundial y si es que no había un holocausto judío. Es posible que de no ocurrir tales cosas, la historia de la humanidad pudiera haber sido nefastamente peor y más terrible para la humanidad toda de lo que realmente fue, por lo que la respuesta más humanitaria posible de alguien como Hitler para salvar a la humanidad no era sino actuar tal y como lo hizo, en pos de una razón humanitaria (ulterior) que no conocemos, pero no podemos sino suponer. Por lo tanto, toda esa evidencia solo aparenta mostrar que no era un buen ser humano, pero sería lo más razonable entonces que lo que hizo fue justamente lo más humanitario posible para la humanidad en su conjunto. Y por lo tanto, esto lo podemos aceptar con gran seguridad como cierto a menos que un detractor demuestre su falsedad.¿Ve ahora el problema en la forma de razonamiento de Haley-Escuain? Si basta simplemente idear hipótesis para "resolver" un problema, y se abraza tal hipótesis como cierta con tal de salvar una creencia dogmática hasta nuevo aviso (ya que de ser refutada, basta con idear una nueva hipótesis no demostrada, pero tampoco refutada para volver a la seguridad de la "verdad" de tal creencia), entonces tal método coloca la creencia no solo a salvo, sino que más allá de cualquier refutación; tal creencia se torna de hecho infalsable, pues no hay evidencia posible que se pueda mostrar en su contra, pues siempre se podrá idear una explicación hipotética (o mejor dicho, racionalizar excusas en forma totalmente gratuita al no asumir la carga de prueba). y por ello el método de Haley es ajeno a los principios de la lógica. Por ende cualquier creencia en tal "verdad" defendida con el método propuesto por Haley se torna en una idea irracional: una idea que está más allá de la razón, no está justificada por la razón, e incluso es inmune a la razón.
Conclusión
Como es el caso que yo, como objetor, ya demostré antes que las respuestas a los problemas #88
y #89 de las “101 contradicciones” fallan en ser respondidas por Haley-Escuain, es un hecho que ellos fallan miserablemente en resolver la contradicción
Galilea-Jerusalén descubierta por Reimarus 100 años antes de la publicación de
Haley, y re-descubierta en 2011 por mí.
Pero en
algo no puedo sino estar sino totalmente de acuerdo con Haley-Escuain: si
hubiera una contradicción real (y no aparente) en la Biblia, tal contradicción
simplemente no permite otra conclusión que la falta de inspiración y autoría
divina de dicho texto. Y la contradicción sigue sigue en pie, sin respuesta posible, lo que no deja otra conclusión posible. Es inevitable bajo la propia lógica de Haley-Escuain (pp. 14, 15).
No hay acusación de inmoralidad, desviación,
prejuicio o dogmatismo del supuesto crítico, todos ellos argumentos falaces, que puedan evitar que un lector intelectualmente honesto pueda ver la profundidad de la contradicción expuesta, y de como fallan los apologistas que, por cientos de años, no han podido responderla satisfactoriamente.
Por lo tanto la contradicción del desafío demuestra que la resurrección, así como es relatada en los evangelios, no pudo ocurrir tal como es relatada, pues uno o más de tales relatos no puede sino ser falso. Y dado que la única evidencia que tenemos de Jesús, su ministerio y, en especial, de su resurrección, son justamente los testimonios de los evangelios, no queda otra posibilidad que concluir que la Biblia como tal no es una base suficiente para creer que que lo que dice, respecto de Jesús, es efectivamente cierto.
Por lo tanto la contradicción del desafío demuestra que la resurrección, así como es relatada en los evangelios, no pudo ocurrir tal como es relatada, pues uno o más de tales relatos no puede sino ser falso. Y dado que la única evidencia que tenemos de Jesús, su ministerio y, en especial, de su resurrección, son justamente los testimonios de los evangelios, no queda otra posibilidad que concluir que la Biblia como tal no es una base suficiente para creer que que lo que dice, respecto de Jesús, es efectivamente cierto.
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