- Qué es el ateísmo, y cuáles tipo de ateísmo existen.
- ¿Es vulgar el ateísmo?
- Un análisis del argumento ontológico para la existencia de Dios
jueves, marzo 24, 2011
Manténganse en línea, ya volvemos
sábado, marzo 19, 2011
Lógica, argumentos y verdad
Mi pasatiempo más reciente, además de leer, ha sido la verdad, su búsqueda y las técnicas para lograrlo.
Todo partió porque me di cuenta de que estamos rodeados de información, pero especialmente de desinformación. Estamos rodeados de noticiarios, de políticos, de marketing, de distintas creencias de todo tipo... ¿Cómo saber cuáles cosas son verdad y cuáles no?
Muchas veces se confía en la fuente: si alguien en quien confiamos lo dice ¡Debe ser cierto! Pero hasta las fuentes más confiables se pueden equivocar, y todos en algún momento u otro hemos caído el alguna mentira... ¿A quién o a que entonces recurrir?
La revelación vino cuando descubrí las herramientas del pensamiento crítico [1]. Y el pensamiento crítico utiliza las herramientas de la lógica. El ahondar en ello ha ido cambiando mi forma de ver las cosas.
Buscando argumentos sólidos
Cuando leemos o escuchamos algo, no todo cae en el terreno de la lógica. Por ejemplo la siguiente frase:
El auto
...no tiene un valor de verdad asociado, no puede ser ni falso ni verdadero, por lo tanto, no cae bajo el alero de la lógica.
Sin embargo, si agregamos un verbo a esa frase y decimos:
El auto es rojo
...ahora esa oración puede ser cierta o bien falsa: el auto puede ser rojo (la oración es verdadera), o puede ser de otro color diferente del rojo (entonces es falsa).
Cuando una oración o frase puede tener un valor de verdad pasa a ser una “proposición lógica” [2].
Saber si una proposición lógica es verdadera o falsa puede ser simple o extremadamente difícil, incluso imposible, pero sea como sea tiene que tener uno y solo uno de esos dos valores.
¿Entonces cómo se puede saber si una proposición es verdadera? Para ello es necesario recurrir a evidencias y pruebas directas. Pero si esas evidencias y pruebas directas no están disponibles (o no son obvias), entonces hay que recurrir a otras proposiciones que sean conocidas y demostradas verdaderas.
Si un conjunto de proposiciones lógicas apoyan y llevan a que nuestra proposición sea verdadera, entonces constituyen un argumento. Las proposiciones de apoyo son las premisas y lo que queremos demostrar cierto es la conclusión del argumento.
Si la verdad de las premisas permite afirmar la verdad de la conclusión, entonces se dice que es un argumento válido [3].
Por ejemplo, si yo afirmo que: “El cielo está nublado”, tal proposición puede ser cierta o falsa. Pero si hago el siguiente argumento:
“Si está lloviendo afuera” (premisa) “entonces el cielo está nublado” (conclusión).
Ese un argumento válido, pues si la premisa es verdadera se sigue que la conclusión también es verdadera, y no puede ser de otra forma (no puede estar lloviendo sin nubes).
Luego si afirmo:
“En este instante veo por la ventana que afuera está lloviendo” (la premisa es verdadera), “por lo tanto, está nublado” (la conclusión es verdadera).
Si se tiene que el argumento es lógicamente válido pero además todas sus premisas son verdaderas, entonces se dice que el argumento es sólido [4].
Para que el argumento sea sólido el valor de verdad de las premisas debe ser comprobadamente verdadero, no sólo debe suponérselo o afirmárselo. Si afirmo que “está lloviendo” pero no ofrezco ninguna prueba de que así sea, quien me escucha no puede saber si la conclusión del argumento (“el cielo está nublado”) es verdadera o falsa.
Quien acepte una conclusión como verdad sin saber si las premisas son verdaderas sólo puede hacerlo porque cree, pero eso no es una forma racional de llegar a la verdad.
Lo importante aquí es que sí alguien plantea un argumento completamente válido, pero no prueba ni ofrece evidencias de que las premisas en las que se apoya son verdaderas, entonces el argumento no es sólido, y a priori nadie debería tomar su conclusión como verdadera sólo porque sí.
De todo lo anterior se puede entender otra cosa: cómo saber si un argumento es bueno y creíble. Hay varios mecanísmos:
- Prueba directa: si yo defiendo que “los pájaros dodos se extinguieron”, no importa cuán válido sea mi argumento, cuan verdaderas sean mis premisas, ni cuan buena mi evidencia, si ocurre que alguien se presenta y muestra un pájaro dodo vivo. Jaque mate.
- Demostrar la invalidez del argumento: no importa que todas las premisas sean probadas verdaderas, si de la verdad de tales premisas no se puede llegar necesariamente a la conclusión, entonces no se puede dar por sentado que la conclusión es demostradamente verdadera. Un argumento como “está nublado, por lo tanto está lloviendo” sería un argumento inválido, pues puede estar nublado sin llover, así que aunque sea comprobadamente cierto que está nublado, no podemos saber a partir de esa premisa si necesariamente está lloviendo.
- Refutar las premisas: si el argumento es válido, necesitamos que todas las premisas sean verdaderas para demostrar la verdad de la conclusión. Pero si alguien refuta una premisa presentando evidencia que la demuestra falsa, todo el argumento se cae, y ya no se puede asumir que la conclusión sea verdadera.
¿Por qué todo lo anterior es importante? Porque en el día a día escuchamos muchas cosas, muchas afirmaciones y muchas “verdades”, pero gran parte del tiempo caen en alguno de estos problemas:
- Sólo enuncian la conclusión: quien afirma sólo afirma, pero sin dar ningún fundamento que apoye su conclusión. Afirmaciones como “Dios existe” cae en esa categoría: puede ser cierto, puede ser falso, pero no podemos saber cuál es la respuesta correcta de tal afirmación. De hecho ni siquiera es un argumento, pues tal oración no tiene ninguna premisa (o argumento) que lo apoye.
- Ofrecen un argumento válido, pero no demuestran sus premisas: quien afirma ofrece un “porque” válido, pero si la premisa tiene sustento, no se puede dar por sentado que quien escucha acepte de antemano la conclusión como cierta. Afirmaciones como “Dios existe porque la Biblia, que es la palabra de Dios, así lo dice” caen en esta categoría. Si la Biblia realmente es la palabra de Dios, entonces efectivamente Dios debería existir. Pero en ese argumento no se ofrecen ninguna prueba de que la Biblia realmente es la palabra de Dios. Sin más pruebas que la afirmación misma, aceptar eso como verdad no es razonable. Ni para la Biblia, ni para el Corán, ni para los vedas.
- Ofrecen argumentos inválidos o caen en falacias: a veces las afirmaciones que se hacen sencillamente no son lógicas, aunque lo parezcan. Por ejemplo, alguien afirma que “el fósil encontrado apoya la teoría X debido a las razones P y Q”, pero un detractor en vez de refutar la validez del argumento o de refutar la validez de las premisas P y Q, en realidad desacredita al autor de la afirmación: “ese investigador tiene una vida personal cuestionable, y tiene problemas financieros; alguien así no es alguien creíble, y por lo tanto su argumento de los fósiles debe ser ignorado”. Ese tipo de argumentos se llaman falacias lógicas [5], y en el caso del ejemplo se trata de un argumento Ad Hominen, o dirigido al hombre [6]: el contrincante desacredita a quien hace el argumento, no a validez ni a la solidez del argumento.
¿Es todo lo anterior sólo teoría? Lamentablemente no. En mi búsqueda por la verdad, he encontrado muchas afirmaciones, y muchas “pruebas”, que al investigarlas caen en los problemas anteriores. Al no tener fundamentos sólidos, lo que yo antes consideraba cierto ahora debo honestamente rechazarlo.
Y es el problema que encontré al profundizar en la religión y espiritualidad.
Referencias:
[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Pensamiento_critico
[2] http://es.wikipedia.org/wiki/Proposicion
[3] http://es.wikipedia.org/wiki/Validez_(logica)
[4] http://es.wikipedia.org/wiki/Solidez
jueves, marzo 10, 2011
¿El Hombre Primitivo?

Hace algunos meses discutía con una prima acerca de la validez de la evolución. Ella me dijo que sabía de muchas pruebas científicas que invalidaban a la evolución, por lo que no había que tomar en serio a Darwin.
“¿Pruebas científicas en contra de la evolución? ¡Eso hay que verlo!” pensé yo.
Le pregunté cuales eran tales pruebas, y ella me explicó que tenía un comic que las explicaba claramente. Al final me prestó la revista para que yo pudiera revisarla y le diera mi opinión.
Cuando la revista llegó a mis manos descubrí que se trataba de un comic cristiano apologético de Chick Publications titulado “¿El Hombre Primitivo?”. Efectivamente, se presentaban múltiples pruebas, con citas a artículos y publicaciones científicas, llegando a la conclusión que la evolución es una mentira y un lavado de cerebro…
Pero ¿Eran tales citas correctas? ¿La ciencia ha demostrado que la evolución es falsa?
El tema me pareció tan interesante, eran tantas las pruebas y tanto el tiempo requerido para analizar las pruebas una por una, que al final preferí poner por escrito lo que encontré.
Meses después de haber compartido lo que escribí únicamente con mi prima, me puse a pensar que todo ese trabajo se estaba desperdiciando en mi disco duro.
Al documento le faltaba bastante para ser presentado “al público”, así que después de varias semanas de revisiones, correcciones, mejoras en la redacción, y un largo etcétera, tengo una versión que quiero compartir con la humanidad, o con la pequeña fracción de ella que logre dar con mi blog. No aseguro que esté perfecto, pero creo que el documento está más que razonablemente decente.
El documento está en formato PDF, y puede ser leído (y descargado) desde Google Docs y Scribd.
El trabajo lo publico bajo licencia Creative Commons (CC BY-NC-SA 3.0).
Leer el documento:
'"El Hombre Primitivo?" Un desafío a la ciencia y a la teoría de la evolución' en Google Docs (también disponible para descarga).
Leer el documento:
'"El Hombre Primitivo?" Un desafío a la ciencia y a la teoría de la evolución' en Scribd (también disponible para descarga).
domingo, febrero 06, 2011
Viendo la luz
¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Porqué existimos? Tales preguntas han dejado perpleja a la humanidad desde el principio del tiempo.
Para responder esas preguntas la humanidad se ha apoyado en las religiones ¿Budismo? ¿Cristianismo? ¿Islam? Todas las religiones tienen en común dar una respuesta a tales preguntas, y en especial a una: ¿Qué ocurre con nosotros después de la muerte?
La muerte es el límite definitivo. Todos nuestros esfuerzos, nuestras alegrías y pesares ¿Se pierden para siempre? Tal idea es espeluznante, y eso ha llevado a que muchas personas acepten la reencarnación, o el cielo (algún cielo, dependiendo de la religión) o alguna otra idea transcendental como La Respuesta sin cuestionarse si realmente es cierto. No importa cuán increíble sea la doctrina que explica la existencia de un “más allá”, es más dulcificante creer en una vida sobrenatural después de la muerte, que aceptar la nada.
Yo estaba en esa categoría. Pensaba que debía haber algo más allá. No podía ser que lo que vemos con nuestros ojos fuera todo lo que existe. Por ello abracé la religión cristiana a conciencia.
Pero en el fondo soy una persona extremadamente racional ¿Y si estoy equivocado? Al fin y al cabo, no hay una única religión, sino muchas. Y todas ellas se contradicen en uno o más puntos cruciales...
Por ello, yo no quería solamente creer, quería saber, tener la certeza de no seguir una religión, sino la verdadera religión. Innumerables veces pedí a Dios que se manifestara en mi vida, para tener esa relación personal que predicaban los pastores evangélicos, y así saber que todo era cierto. Pero tal manifestación nunca ocurrió.
Pero si no había una manifestación espiritual real ¿Es el cristianismo verdadero? El paso obvio fue comenzar a estudiar los fundamentos del cristianismo. ¿Es la Biblia inerrante? ¿Los milagros eran reales? ¿Dijo Jesús realmente lo que creemos que dijo o quiso decir?
Comencé a estudiar la apologética cristiana protestante, la disciplina que intenta defender la fe. Para defender la fe de ataques o contraargumentos de otras religiones no basta con gritar más fuerte, o repetir "Nah-nah-nah..." mientras te tapas los oídos; el apologista necesita conocer su fe, los argumentos y premisas que la sustentan y a partir de esa base defenderla y refutar los argumentos del oponente. Eso para mí era extremadamente importante: aprendiendo cuáles eran esos argumentos podría entender porque el castillo doctrinal de cristianismo era sólido, y además de sólido, verdadero.
En principio si uno revisa la apologética protestante cuando lucha contra el catolicismo, los testigos de Jehová o los mormones, los resultados son impresionantes: cualquier divergencia se resuelve en forma impactante recurriendo a la Biblia; cuando otras religiones o sectas se oponen al cristianismo "de verdad", uno lee la Biblia y encuentra “la verdad”; la evidencia bíblica no se puede ignorar. ¡Ahí lo dice!
Por un tiempo eso tranquilizó mis inquietudes. Es agradable sentirse parte del equipo vencedor. No basta pertenecer a un grupo, uno quiere ser parte del grupo de los buenos, de los ganadores.
Pero mi cerebro lógico tarde o temprano comenzó a encontrar resquebrajaduras en la Biblia. Al revisarla y estudiarla me di cuenta que por más que muchos teólogos dijeran que la Biblia no tenía problemas, que las contradicciones eran sólo aparentes, los problemas que yo veía no estaban resueltos. Entonces la inquietud reapareció ¿Es el cristianismo La Verdad?
Entonces vino una revelación (racional) para mí: Si el cristianismo y la Biblia son verdaderos, entonces cada vez que alguien ataca la validez del cristianismo, ese ataque no puede estar en lo correcto. De esa manera, si uno revisara los argumentos más extremos que se oponen al cristianismo, debería encontrar que tales argumentos no son verdaderos ni sostenibles, y por lo tanto, al descartar toda oposición al cristianismo, las doctrinas cristianas saldrían más reforzadas que antes, más confiables que nunca, y así sabría que cualquier alternativa en realidad no era una alternativa válida, sólo en cristianismo quedaría en pie.
Comencé a estudiar cuales eran los argumentos agnósticos y ateos que se oponían al cristianismo.
Para mi sorpresa encontré que los argumentos racionales ateos que intentan refutar al cristianismo no eran inválidos, débiles y risibles como esperaba encontrar. Al contrario, eran extremadamente fuertes.
Al estudiar los argumentos ateos en detalle, comencé a ver más y más que el cristianismo es un gran castillo de naipes. El cristiano tiene que creer porque tiene fe. Y tiene que tener fe porque es cristiano; pero si se intenta encontrar cual es la base inamovible en la cual la fe se basa, encontré que no hay nada, sólo aire y deseos esperanzados.
El cristianismo no tiene una base sólida. El cristianismo es cierto sólo si crees que es cierto.
El proceso de estudiar esos argumentos ha sido largo. No ha sido fácil ni simple de hacer. Tuve que entender como nunca antes la lógica: qué es un argumento sólido, qué es un argumento válido, qué es una demostración. Terminé aprendiendo de prejuicios cognitivos, falacias lógicas, y finalmente, descubrí el pensamiento crítico.
Al utilizar las herramientas del pensamiento crítico sobre las declaraciones y doctrinas cristianas, el cristianismo se deshace entre los dedos.
Al principio pensé que podía ser casual… tal vez me topé con los argumentos más débiles del cristianismo, pero podía haber otros irrefutables. Comencé a investigar la teología, la crítica textual, los argumentos de la existencia de Dios. He estado escuchando durante meses sermones y debates religiosos, esperando encontrar en alguno de ellos un punto de apoyo que le diera validez al resto del castillo del cristianismo.
Al final, no he logrado encontrar tal argumento. Todos y cada uno de ellos son sólo aire.
Hoy considero que ya no puedo llamarme más cristiano.
¿Qué soy ahora? La verdad, mi duda está en si debo denominarme agnóstico, alguien que considera que no es posible saber si Dios existe o no, o en considerarme ateo, alguien que no cree que existan dios ni dioses.
¿Y qué hacer con el problema de la trascendencia?
Hoy siento que la vida es algo maravilloso. El poder respirar, disfrutar la vida, la naturaleza, una familia, amigos, tener aspiraciones y metas es una oportunidad única, algo que no se puede tirar por la ventana ¿Será para siempre? No, algún día voy a morir, mi vida acabará, aunque espero que no sea de forma desagradable o dolorosa…
Pero si eso es todo ¿Para qué vivir?
Pues, ¡Porque estamos vivos! Rechazar el regalo de la existencia, desperdiciar el poco tiempo que tenemos sería el disparate más estúpido que podríamos hacer. Por ello siento que debo luchar por todos los objetivos que hagan que mi vida sea valiosa, para mí, para mi familia, para mis hijos, y para la humanidad. Espero poder dar mi último suspiro sabiendo que hice lo posible, lo que estuvo a mi alcance para dejar este mundo un poco mejor de lo que lo encontré.
Si logro eso, habré triunfado.
Ya no necesito creer en un cielo ni temer al infierno para levantarme cada día.
sábado, julio 31, 2010
El valor de la autoridad
Cuando se recibe información de alguien a quien considera una autoridad eso suele ser suficiente para creer que es “cierto”. Pero, ¿Es sano siempre actuar así? La realidad es que no, pues es fácil caer en la falacia de autoridad, o argumento Ad Verecundiam. Por lo tanto, ¿Cuándo es posible confiar en lo que una autoridad nos dice?
Autoridades y hoaxes
Una amiga, a quien llamaré Nadia, me envió un correo con una presentación con consejos de nutricion, donde se hacían muchas afirmaciones, algunas de cardiólogos, algunos identificados, otros no. La presentación terminaba con el mensaje: “Envía esto a tus contactos…”.
A primera vista la presentación sonaba muy razonable. Pero una segunda mirada crítica me mostró que:
- Sus afirmaciones no aludían a pruebas o argumentos claros y convincentes que las avalaran.
- Se aludía a un supuesto médico de un supuesto centro de salud, pero sin dar claras referencias a el o los estudios que avalaran sus dichos.
- Otras alusiones a supuestos médicos eran anónimas, lo cual no les da ningún peso a tales informaciones.
- No había ninguna cita a estudios, a papers o a fuentes fidedignas donde comprobar o ahondar en la información entregada.
Con eso tal presentación ya se podía considerar extremadamente dudosa.
Busqué en Internet al respecto y encontré cientos de páginas y blogs que repetían textualmente la presentación, pero ninguna que se pudiera tomar como fuente, que ahondara en tales afirmaciones o que aportara pruebas independientes.
Pero al buscar por “hoaxes” relacionados a dicha información, encontré un foro donde claramente desarmaban los argumentos y mostraban que no podían ser ciertos.
Respondí a mi amiga Nadia explicándole lo anterior y enviándole los enlaces a las páginas que yo había encontrado como fundamento.
Pero Nadia me respondió que ella daba por cierta la presentación porque la recibió de una matrona, que a su vez la recibió de una nutricionista, que al parecer la recibió de un médico... ¿Cómo podía ser entonces que eso fuera falso?
Esto me llevó de lleno a plantear cuál es el valor de la autoridad
El peso de una autoridad
Existen muchas autoridades: civiles y militares, religiosas, académicas, científicas, de la letras, etc. Ellos son expertos en su materia porque se han dedicado a investigar, probar, estudiar y conocer profundamente una materia en particular.
Cuando dicho experto es consultado o dice algo de la materia de su experticia, uno puede presumir que es cierto, en especial el experto tiene un historial de aciertos o donde sus afirmaciones han sido comprobadamente ciertas.
Pero, por el hecho que un experto hable o haya dicho algo, ¿Es cierto? Veamos dos afirmaciones:
- Los objetos con masa se atraen entre sí por la ley de gravitación universal. Es cierto porque lo dijo Isaac Newton.
- Hay una relación entre energía (E), la masa (m) y la velocidad de la luz (c) que es E = mc^2. Es cierto porque lo dijo Albert Einstein.
Las dos afirmaciones hasta hoy son consideradas ciertas pero con una salvedad: no son ciertas “porque” lo dijo un científico de renombre sino porque los argumentos, las pruebas y experimentos posteriores han demostrado que esas afirmaciones efectivamente son ciertas.
Entonces, podemos “confiar” en una cita de un experto porque él debe tener el respaldo de los datos, argumentos y evidencias para mostrar y probar que sus conclusiones son correctas, porque las ha publicado para que sus pares (otros expertos) las puedan comprobar y validar, y así incluso personas ajenas a su campo puedan ver, comprobar y entender porque sus conclusiones son ciertas.
Luego, al citar a un experto, en el fondo estamos asumiendo que hay detrás un cuerpo de conocimientos, evidencias y argumentos que avalan sus dichos, y que o son públicamente conocidos, o que están accesibles a quien quiera revisarlo.
Todo lo anterior tiene tres consecuencias muy importantes:
- Si un experto dice algo seriamente, debe estar respaldado por evidencias y estudios, y por lo tanto debe ser posible encontrar esos estudios para uno mismo revisarlos, o al menos alusiones explícitas a ellos; Sus afirmaciones no pueden estar en el aire.
- Si un experto dice algo seriamente, es el mejor para dar una explicación razonable de porque eso es cierto, porque él conoce la evidencia; si el experto no explica el fundamento de sus afirmaciones, ellas igual carecen de validez.
- Si un experto dice algo en un campo que no es de su experticia, se puede considerar sólo como una opinión, pero no es cierta a priori sólo porque él lo dijo. Esto es el caso de, por ejemplo, un científico dando opiniones religiosas. La excepción es que haga sus afirmaciones como se indica en el punto 1.
Por ello es que las citas mencionadas anteriormente, aunque son ciertas, son en sí mismas falaces. Caen en el argumento Ad Verecundiam, pues afirman que son ciertas “porque” lo dijo una autoridad, sin revisar o explicar los fundamentos y argumentos reales de porque son ciertas o falsas.
Y en la afirmación de Nadia, de que profesionales de la salud le habían hecho llegar esta presentación hay un segundo problema: ninguno de ellos es el autor real de esa presentación. Sin duda la reenviaron porque la consideraron “cierta”. Pero para ver su validez no hay que ver quien nos lo dice, sino ver la validez real de las pruebas aportadas, si las hay.
En el caso de la presentación:
- Era anónima, por lo que es imposible revisar publicaciones u otros estudios de su autor o fuente original.
- Los cardiólogos mencionados (suponiendo que las citas fueran correctas) estaban opinando respecto de un tema nutricional, o sea, afuera de su campo de experticia, y sin dar fundamentos válidos a sus afirmaciones.
Con ello, el último ápice de credibilidad que podía tener tal presentación fue desarmado.
Conclusión
Antes de tomar una nueva información por cierta, es importante saber o validar su veracidad.
Para conocer la veracidad de la información, en Internet uno puede buscar fácilmente usando algunas palabras claves que aparezcan en la información original. Esta búsqueda puede llevar a las posibles fuentes de la información que recibimos, y pueden considerarse fidedignas si provienen de una autoridad competente o una institución de confianza. Pero no sólo debe uno detenerse al identifacar la identidad (y autoridad) de la fuente, sino que siempre debemos revisar el detalle de lo dicho, y analizar si tiene el peso suficiente para creerlo como cierto o no.
Pero cuando una información se basa sólo en afirmaciones para las cuales no se da ningún argumento de porqué son ciertas, donde no se citan a fuentes donde se pueda revisar a fondo el “por qué” son ciertas, en ese caso es mejor desconfiar de tal información.
Y si como prueba tal información da como evidencia que algún profesor, científico o autoridad “dice” que es cierto, o afirma tal o cual cosa, pero sin aportar evidencias, fuentes o argumentos válidos, en rigor se están usando argumentos falaces, y en particular el argumento de autoridad o Ad Verecundiam, y lo sano es descartar tal información.
lunes, marzo 08, 2010
¿Arrepentimiento? No, el infierno no se está congelando.
Este fénomeno [el saqueo] es muy conocido, ocurre siempre y ni siquiera requiere de una catastrofe. Basta con que sea evidente que no habra represalias si uno saquea. Paso en Argentina cuando no hubo presidente por unos dias (no habia catastrofe). Paso en New Orleans con el Katrina (no era el tercer mundo). Paso en el terremoto de 1906 (no es un signo de nuestra era depravada, etc.) Y demuestra cuan fragil es la estabilidad social y el barniz de educacion que nos separa de la epoca de las cavernas.
La única razon por la cual la gente no hace barbaridades es porque la relacion costo/beneficio no lo amerita, todo lo demas (moral, educacion, etc.) incide bastante poco cuando la cosa es importante. El 99% de nosotros no nos robamos un TV porque el riesgo de pasar unos dias en la carcel es bastante mas de temer que lo que nos cuesta comprarlo. Para alguien que vive en la pobreza, la comparación puede arrojar otro resultado.
Conclusión: nada que parta por suponer que la gente es buena o mala por ser pobre o por no serlo, va a llegar muy lejos. Las unicas soluciones estables son crear las condiciones para que, para todo el mundo, jugar el juego sea mas conveniente que patear el tablero.
¿Soluciones conocidas? Una, historicamente dominante, es aplicar la represion que sea necesaria para que el miedo al castigo supere la barrera adquisitiva (cuanto mas alta, mas temibles deben ser los castigos, desde celestiales hasta muy terrenales). La segunda, mas reciente historicamente, es socializar las ganancias para que incluso el mas pobre tenga mas que ganar quedandose [dentro del sistema] que saliendose del juego [es decir, saquear].
Con cual de las dos simpatiza uno depende mucho de la ideologia. Puede ser apasionante discutir cuanta asistencia "merecen" (o no) los desposeidos, pero en terminos de gobernabilidad da lo mismo. El hecho duro es que o se les da lo suficiente por las buenas, o no se les da lo suficiente pero se mantiene la situacion por las malas. El problema es que, en un pais donde los impuestos normalmente son del 10%-20%, y no hay una dictadura despiadada, no hacemos ni una cosa ni la otra.
Yo personalmente creo que las "perdidas" por pagar mas impuestos, y que se repartieran bien, serian largamente superadas por vivir en paz social, no tener que vivir con alarmas y rejas, no tener que pagarse una clinica privada, ni colegios privados, etc. Pero no me voy a meter en un tema tan trillado.
viernes, enero 01, 2010
Feliz 2010... y que es lo que se viene
"Los eventos [del 9/11] jamás fueron predichos en forma alguna por cualquiera de los auto proclamados psíquicos o futurólogos. Aunque algunos han declarado que algunas palabras vagas de Nostradamus o alguna frase críptica contienen pistas, el hecho es que nadie, ningún psíquico amateur o profesional dió ninguna indicación de que podría haber un gran ataque terrorista en New York o Washington City en septiembre de 2001. Ninguno dijo que el año 2001 podría ver un avión comercial ser transformado en un arma para derribar rascacielos. Ninguno manifestó que el World Trade Center sería destruido. Nada como eso fue confirmado.Encuentro esto increíblemente significativo porque es un evento el cual sería casi imposible de no ver, incluso si uno sólamente recibe la más frugal y difusa información del futuro."